Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Apr 27, 2018

MARCADOS POR LA TEMPORALIDAD TURBOGLOBALIZADA


Nos preguntamos ¿Cómo es el hombre arquetípico de la sociedad contemporánea? ¿Qué cambios experimenta el hombre del capitalismo turboglobalizado? En definitiva, ¿Cómo es el hombre de nuestro tiempo? y ¿Cuál es su relación con la temporalidad? 

Significativamente, la pregunta por el hombre de nuestro tiempo está marcada por la misma constitutiva ambigüedad que nuestra época. Pues “nuestro tiempo” es a la vez “nuestra era” -el período presente en que vivimos- y el tipo de temporalidad que determina al hombre y a la época. En la medida en que el tiempo es el elemento más determinante, significa que el hombre actual está marcado profundamente, como a hierro ardiente, por la temporalidad que todos indefectiblemente vivimos y sufrimos. El hombre de nuestro tiempo es el resultante de la actual temporalidad.



Por eso, preguntarnos por el tipo de hombre característico de nuestro presente, comporta inquirir –y en cierta manera ya es una primera respuesta- por el hombre marcado por la temporalidad contemporánea. Es un hombre sometido y determinado por el tiempo hiperacelerado que le ha tocado vivir. Pues hoy nos marca la temporalidad de los negocios planetarios que nunca duermen, porque cuando termina la sesión en una bolsa o centro de negocios, siempre hay otros que la inician justamente entonces.

El tiempo turboglobalizado se mueve al ritmo frenético de los flujos financieros digitalizados y, por tanto, siempre es medido y vivido como convertible en dinero. “Time is money” decía Benjamin Franklin avisando en 1746 a un “joven comerciante” del coste de oportunidad resultante de no llegar a tiempo para algún negocio. Eso ya era relevante en el relativamente pausado transcurrir del tiempo de Franklin que –como mucho- iba a la velocidad de las diligencias de caballos o los barcos a vela. Pero través de economistas como Frédéric Bastiat, Friedrich von Wieser y otros posteriores, la fórmula desarrolló todo su potencial para describir el destino de la sociedad occidental, donde el más corto instante suele marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Pues hoy nuestra temporalidad no es la de unos pesados e inexactos péndulos mecánicos, sino las constantes vibraciones atómicas que definen un tiempo “universal” y perfectamente cronometrado de forma idéntica en todas las partes del globo. Por tanto, no es solo un tiempo más rápido sino, sobre todo, infinitamente más preciso, más objetivado y que permite una conexión automática en un marco temporal omnipresente, perfectamente sincronizado y universal

Las inmensas sinergias generadas por la turboglobalización aceleraron desmesuradamente la velocidad del cambio a partir del momento en que toda la Tierra fue finalmente unificada en un único “sistema mundo”. Muchas veces cuando se unifican subsistemas hasta entonces separados aparecen -como de la nada- poderosas sinergias que aumentan sus potencialidades anteriores. Eso es lo que sucedió con la modernidad que inauguró el primer sistema-mundo de la historia (Wallerstein, 1984) y comenzó a moverse conjuntamente de forma acelerada

“Globalización” y “edad moderna” son dos procesos paralelos, dos realidades que se implican. Por eso lo “moderno” comporta un profundo y radical cambio pues, a la vez, supera y se opone a “lo antiguo”. La primera modernidad no solo era una época de cambio sino que sobre todo consolidó la gran metamorfosis de lo “antiguo” hacia lo “moderno” (Jauss, 1976). Por eso Baudrillard define la “modernidad” (en el artículo que le dedica en 1968 de la Enciclopedia Británica) por ser anti-tradición insaciable y por su inestabilidad en cambio continuo. La modernidad está caracterizada pues por la constante y permanente disrupción causada por un proceso dual de “destrucción creativa” (Schumpeter, 1966).
 


El problema surge cuando con las sinergias de la unificación mundial –además de otros procesos como la tecnificación creciente de la sociedad- la tierra globalizada fue acelerándose hasta el punto que –en algún momento del siglo XX- debemos hablar de turboglobalización. Se trata ya de una globalización hiperacelerada en donde todos los flujos y conexiones se multiplican exponencialmente en cantidad, intensidad y velocidad (Mayos, 2015a).

Entonces, la hiperaceleración de ese constante proceso de metamorfosis provoca significativas distorsiones en la organización del tiempo mental y vital de los individuos. Dificulta sus angustiados esfuerzos por mantenerse al día sin caer en la obsolescencia (Mayos, 2016b). Esas dificultades han aumentado todavía más en las últimas décadas con la creación de un continuo espacio-temporal único (que se superpone a Internet y los bigdata) donde los flujos financieros viajan a la velocidad de la luz y –como veremos- todo queda marcado por un dispositivo-tiempo turboglobalizado. 

Artículo de G. Mayos “Time is money, el hombre de nuestro tiempo” en A lanterna de diógenes: reflexões sobre o homem da pólis contemporânea, Dennys Garcia Xavier (Coord.); Moacir Henrique Júnior (Org.), Laboratório Americano de Estudos Constitucionais Comparado –LAECC. (Uberlândia, MG, Brasil), 2018, pp. 403-425. ISBN: 978-85-918728-5-5.

Dedicado a los “investigadores del tiempo”: Alexandre Walmott, Borja Muntadas y Felipe Oyarzun.

Véanse los post:







 
 
 
 
 
    

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